miércoles, 30 de septiembre de 2009

El incidente del intelectual Unamuno y el general Millán Astray el 12 de octubre de 1936.-


Por Juan con Miedo

Por las minorías que aún leen, es conocido el incidente protagonizado en la Universidad de Salamanca en 1936, en plena Guerra Civil, entre el intelectual y escritor Miguel de Unamuno y el general fundador de la Legión, Millán Astray. Unamuno había en cierto modo aplaudido el golpe de estado del general Franco, un poco defraudado por el fracaso y el caos en que se tradujo la II República Española. Meses después, al darse cuenta que “tan jodido es enero como febrero” quiso rectificar con un discurso en defensa de la cultura y en respuesta a otro en el que se justificaba la barbarie y la xenofobia al pueblo vasco. (*)
Variadas son las versiones sobre este incidente que se saldó con la proclama famosa de “Muera la inteligencia, viva la muerte” de Astray y la de Unamuno, con su “Venceréis, pero no convenceréis”, teniendo el intelectual que salir escoltado del brazo de la mujer del Generalísimo, Carmen Polo de Franco porque le iba en ello la vida.

Unamuno se refugió en su casa vigilado por los golpistas. Pocos meses después murió allí más que de enfermedad, de hastío y de pena. Un desencanto similar tuvo el ex ministro de Agricultura republicano de la CEDA, el sevillano Manuel Giménez Fernández, quien tras aplaudir el golpe estuvo a punto de morir en Chipiona a manos de una partida de falangistas.

Los tiempos han cambiado, imagino que para mejor pero el clima enrarecido que se vive en muchos ayuntamientos españoles salpicados de casos de corrupción, prepotencia, desprecio a las libertades, censuras en los medios de comunicación públicos y amenazas generalizadas a quien ose enfrentarse al poder establecido ha hecho que muchas personas sensatas, no ya sólo los intelectuales, sientan una mezcla de asco y desencanto generalizado hacia esa ley de facto que es la del pensamiento único.


Claro está que en la actualidad nadie se va a morir como Unamuno de pena. No por nada, sino porque, valga la redundancia, no merece la pena.
Tan sólo queda la esperanza que la situación vaya a peor y nos explote la mierda en la cara a todos como ocurría con la niña de la película El Exorcista, con perdón. Muchas veces es preferible que se hunda el barco para que salgan a flote todas las ratas.
Ahora no se grita en los ayuntamientos el Viva la muerte, no por nada, sino porque aún la Constitución Española no permite la apología del terror, pero sí que se palpa aquello de viva la ignorancia y la estulticia. Lamentablemente cabe pensar que muchos pueblos y ciudades de España han cambiado su heráldica por su estúltica.
No quiero ni preguntar a todos aquellos que lucharon en el antifranquismo, o a los que murieron, si fuera posible hacerlo, a nuestros héroes de la Transición, sobre si mereció la pena tanto esfuerzo para desembocar en este actual remedo de democracia.

En una clase política que con honrosas excepciones no tiene ni ideas ni ideologías. Tan sólo la cultura del pelotazo y no me refiero en exclusiva al urbanístico sino al pelotazo personal que para muchos ha supuesto pasar de no hacer nada a no hacer nada pero cobrando. Algo así como mercenarios pero de la política.
¿Dónde está ahora el talante y el consenso que idealizó inocentemente el ex presidente Adolfo Suárez?.
Si los ayuntamientos son la máxima expresión folklórica de un patio de vecinos mal avenidos, tampoco le van a la saga los parlamentos nacionales y autonómicos donde sus señorías están peleándose o en su lugar perdidos no se sabe dónde.
Puestas así las cosas habrá que recordarles a gran parte de nuestra clase política, parafraseando a Unamuno: Venceréis pero no convenceréis.


(*) Es célebre el altercado que mantuvieron Miguel de Unamuno y Millán Astray el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca, al que habían asistido diversas personalidades con motivo de la celebración de la Fiesta de la Raza (lo que hoy es el Día de la Hispanidad, el aniversario del descubrimiento de América): el arzobispo de Salamanca, Enrique Plá y Deniel, el gobernador civil, Carmen Polo Martínez-Valdés (esposa de Francisco Franco) y el propio Millán-Astray.
Lo que sucedió, según cuenta en su obra La guerra civil española el hispanista inglés Hugh Thomas, es lo siguiente: el profesor Francisco Maldonado, pronuncia un discurso en que ataca violentamente a Cataluña y al País Vasco, calificando a estas regiones como "cánceres en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España, sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos. "
Alguien grita entonces, desde algún lugar del paraninfo, el famoso lema "¡Viva la muerte!". Millán-Astray responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: "¡España ..."; ".. una!", responden los asistentes.
(Algunos jóvenes estudiantes falangistas (según otros carlistas) intentan enmendar el viva la muerte con vivas a Cristo Rey y a la paz misericordiosa (...) pero son apagados por los ensordecedores gritos de ritual semirracionales y acaban siguiéndolos).
- "¡España ...", vuelve a exclamar Millán-Astray; ".. grande!", replica el auditorio.
- "¡España ...", finaliza el general; "... libre!", concluyen los congregados.
Después un grupo de falangistas ataviados con la camisa azul de la Falange hacen el saludo fascista, brazo derecho en alto, al retrato de Francisco Franco que colgaba en la pared.
Miguel de Unamuno, que presidía la mesa, se levanta lentamente y dice: "Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia.
Quiero hacer algunos comentarios al discurso -por llamarlo de algún modo- del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes.
Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo , dice Unamuno señalando al arzobispo de Salamanca-, lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona. Pero ahora acabo de oír el necrófilo e insensato grito "¡Viva la muerte!" y yo, que he pasado mi vida componiendo paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían he de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja me parece repelente. El general Millán-Astray es un inválido. No es preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán-Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican los mutilados a su alrededor."
En ese momento Millán-Astray exclama irritado "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!", aclamado por los asistentes. El escritor José María Pemán, en un intento de calmar los ánimos, aclara: "¡No! ¡Viva la inteligencia! ¡Mueran los malos intelectuales!".
Miguel de Unamuno, sin amedrentarse, continúa: "Éste es el templo de la inteligencia, y yo soy su sumo sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto. Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros que penséis en España. He dicho."
A continuación, los soldados al mando de Millán-Astray prendieron de forma espontánea a Unamuno; pero se libró gracias a la intervención de Carmen Polo de Franco, quien agarrándose a su brazo lo acompañó hasta su domicilio.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Editado un libro que desvela la Memoria Histórica en Rota




El libro titulado “Memoria rota” es un amplio estudio de investigación que abarca todo lo que ocurrió en Rota desde 1931 hasta 1942. Este corto, pero a la vez intenso, periodo histórico se corresponde en el ámbito nacional a la sucesión de tres regímenes de gobiernos dispares: la Dictadura de Primo de Rivera, la II República y la Dictadura de Franco tras el golpe militar contra el legítimo gobierno republicano. Estos importantes momentos de nuestra Historia se vivieron en Rota con una gran intensidad, tal y como queda reflejado en toda la documentación recogida en el libro.

Memoria rota” consta de seis capítulos coordinados por Mercedes Rodríguez y Pedro P. Santamaría, contando además con la colaboración en el prólogo del escritor roteño Felipe Benítez Reyes. Junto a él, dos de los historiadores más relevantes de la historia de la provincia de Cádiz en este periodo aportan sus investigaciones con dos capítulos vitales para conocer lo ocurrido en Rota en esos difíciles años.
Jesús Núñez nos desvela cómo se desarrolló en nuestra villa el golpe militar del 18 de julio de 1936, analizando quiénes fueron los responsables y cómo actuó cada una de las fuerzas de orden público en Rota (Guardia Civil, Carabineros y Ejército), basando su investigación en los Archivos del Ministerio de Defensa y del Ministerio de Interior y aportando documentación inédita hasta la fecha.
Por su parte, Fernando Romero analiza la acción represora en Rota por la Justicia Militar con importantes investigaciones en el Archivo Histórico Provincial de Cádiz y el Archivo Militar de Sevilla, aportando reveladoras informaciones sobre Fernando Zamacola y su tristemente famosa centuria “Los Leones de Rota”.
Los capítulos correspondientes a la II República, a la Alcaldía Fascista y a la Represión en Rota han sido elaborados por los dos coordinadores del proyecto, miembros del Grupo de Investigación de la Memoria Histórica. Para estos capítulos nos hemos basado principalmente en dos fuentes: la documentación hallada en los Archivos Municipales de Rota, El Puerto de Santa María, Jerez y Cádiz (todo lo concerniente a actas municipales, correspondencia, actividad sindical, publicaciones periódicas…); y los testimonios orales de los familiares de los roteños fusilados, así como de los que fueron represaliados por el franquismo.

Las vidas de estos paisanos, sus fotos, sus inquietudes políticas y/o sindicales, sus sufrimientos o sus proyectos rotos son reconstruidos en el libro desde un sentimiento de respeto y de restablecimiento de la dignidad de unos hombres y mujeres que no hicieron daño a nadie y que fueron castigados cruelmente por su compromiso ideológico con un Gobierno republicano elegido en las urnas.

ÍNDICE
Prólogo, por Felipe Benítez Reyes.

Capítulo 1. La II República en Rota, por Mercedes Rodríguez Izquierdo y Pedro P. Santamaría Curtido.

I. Antecedentes republicanos.
II. Antecedentes socio-económicos.
III. Llega la II República, “pero Rota no se movió”.
IV. Rota: Alcaldía republicana (de abril de 1931 a febrero de 1936).
1) Etapas.
a) Primera Comisión Gestora.
b) Gobierno izquierdista.
c) Segunda Comisión Gestora.
d) Gobierno derechista.
2) El Ayuntamiento dictatorial a examen.
3) Acontecimientos históricos vistos por la Alcaldía republicana.
V. El Frente Popular roteño (de febrero a julio de 1936).
VI. “La sociedad”.
VII. La República y el Carnaval.
VIII. La República y la Iglesia.

Capítulo 2. La sublevación militar en julio de 1936 en Rota, por Jesús Núñez.
I. Introducción.
II. La vida económica, política y social en Rota.
III. Las Fuerzas Armadas y de Seguridad Pública en Rota.
1) El Ejército en Rota.
2) La Guardia Civil en Rota.
3) Los Carabineros en Rota.
IV. La sublevación militar.
V. La anécdota del ataque submarino en Rota.
VI. Los primeros represaliados.
VII. Los responsables del triunfo de la sublevación militar.
1) Teniente de la Guardia Civil Alfredo Fernández Fernández.
2) Teniente de Carabineros Alfredo Santiago Torriza.
3) Falangista Fernando Zamacola Abrisqueta.

Capítulo 3. Rota: Alcaldía fascista (1936-1942), por Mercedes Rodríguez Izquierdo y Pedro P. Santamaría Curtido.
I. El poder cambia de color.
1) José Hernández Arana: “Derramándose a torrente la sangre”.
a) Depuración política y sindical.
b) La guerra, un arma de publicidad fascista.
c) Nombramientos y reconocimientos.
d) Normalidad política (aparente).
2) Segundo periodo fascista: Antonio González López, Francisco García Sánchez y Santiago Merino Morales; primeros alcaldes de la posguerra

II. La Alcaldía fascista y el campo de concentración de la Almadraba.
III. La Alcaldía fascista y la Iglesia.

Capítulo 4. La represión en Rota, por Mercedes Rodríguez Izquierdo y Pedro P. Santamaría Curtido.
I. “A partir de este día tan ingrato…”
II. Los roteños fusilados.
1) Introducción.
2) El modus operandi de los verdugos.
3) Los fusilados.
III. La fosa común del Mayeto: el fusilamiento de ocho chipioneros.
IV. Los roteños represaliados.
1) Huérfanos.
2) Mujeres.
3) Represión ideológica.
V. El cura contra el maestro.
1) Introducción.
2) II República (1931-1936).
3) Golpe militar y represión (1936-1939).
a) Maestros fusilados.
b) Maestros depurados.
VI. El campo de concentración de la Almadraba.
1) Luis Ortega Bru y el Cristo de la Salud.

Capítulo 5. Los fusilados más significativos, por Mercedes Rodríguez Izquierdo y Pedro P. Santamaría Curtido.
I. Manuel Liaño Ruiz de Lacanal.
II. Manuel López Flores.

Capítulo 6. Represión por la Justicia Militar: Rota, 1937-1942, por Fernando Romero Romero.
I. La justicia al revés.
II. La camisa roja bajo la camisa azul: falangistas ante la Justicia Militar.
III. Zamacola, investigado.
IV. Gritos subversivos en la calle Calvario.
V. “Uno de tantos muchachos envenenado por la que fue Casa del Pueblo”.
VI. Manuel Ramírez y la Izquierda Republicana roteña.
VII. El corte de la carretera de El Puerto.
VIII. Después del Consejo de Guerra: encarcelamiento, conmutación pena y libertad condicional.

Epílogo, por Mercedes Rodríguez Izquierdo.

Anexos

Anexo I: Reglamento para el régimen y gobierno de la Sociedad de Obreros Panaderos de la Villa de Rota “La Fraternidad”.
Anexo II: Reglamento del Sindicato Católico Agrícola de Rota.
Anexo III: Expediente administrativo incoado contra el maestro de música don José Berenguer Sánchez.
Anexo IV: Sobre de una carta enviada desde Falange local a Queipo de Llano y tarjeta postal con la simbología franquista.
Anexo V: Relación de niños huérfanos.
Anexo VI: Relación de huérfanos de guerra.
Anexo VII: Transeúntes alojados en el campo de concentración de la Almadraba.


sábado, 26 de septiembre de 2009

LUCES Y SOMBRAS DE LA HISTORIA DE CHIPIONA. Sebastían Guzmán Martín




LUCES Y SOMBRAS DE LA HISTORIA DE CHIPIONA. Sebastían Guzmán Martín
Título: Luces y sombras de la historia de Chipiona
Autor: Sebastián Guzmán Martín
Editorial: Ayto de Chipiona

Crítica literaria por Rafael Rubio. Biblioteca Imaginaria
José Mellado Bueno. Eduardo Naval Pimentel. Santiago Query Masi. José Reyes Martín.
Podría seguir escribiendo nombres que seguramente no les dirán nada y que a mí, hasta hace muy poco, tampoco me lo decían. Francisco Montalbán Muñoz. Manuel Miranda de Sardi. ¿Quiénes fueron? Gracias al extraordinario trabajo de investigación de Sebastián Guzmán hoy podemos saber la historia trágica de estas víctimas de la sinrazón.

«Luces y sombras de la historia de Chipiona» refleja cómo fue el antes, el durante y el después de la Guerra Civil en la villa gaditana. El autor siempre va de lo general a lo particular, reflejando la situación en el país para después llegar a la villa, epicentro del texto, pues el motor del proyecto fue rescatar del olvido a todos los nombres que quedaron sepultados bajo la cruel venganza, ya que, como evidencia Guzmán con su trabajo, en Chipiona (como en otros muchos lugares de la geografía española) no se puede hablar de «guerra» con propiedad, sino más bien de represión, de ajuste de cuentas; las víctimas no son soldados, son civiles asesinados por su ideología o como venganza, como es el caso de José Reyes Martín:
"Una noche sorprendió a alguien robándole en su huerta y José arremetió contra el ladrón, que resultó ser un conocido suyo. Tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, este conocido pasó a formar parte de la falange española. Pronto entró en la cárcel de San Juan de Aznalfarache. De aquí pasaría a Sevilla, a la cárcel de los Pajaritos, para finalmente ingresar en Carmona, en donde fue fusilado” (p.195).

El libro está estructurado en seis capítulos, que abarcan desde la proclamación de la Segunda República hasta los años de la posguerra, más dos anexos, uno donde encontramos las semblanzas de las 33 víctimas de Chipiona de la represión franquista (con algunas fotografías que ponen rostro a los nombres), y un segundo anexo compuesto por documentos gráficos como la declaración del bando de guerra en Chipiona o un informe de incautación de bienes de uno de los fusilados.
Es decir, en todo momento, el autor expone hechos, documentos, testimonios; el historiador se convierte en un puente, alguien que proporciona información rigurosa que puede ser contrastada, pues siempre se citan las fuentes. No hay literatura, no hay opinión; existen los hechos, y el gran mérito de Sebastián Guzmán está en la profunda investigación que ha realizado para encontrar los documentos que reflejan esos hechos, como por ejemplo, el citado informe de incautación de bienes.
Evidentemente, trabajos de este tipo pueden levantar ampollas entre algunos. Pero por un momento, sólo por un momento, deberían ponerse en la piel de los otros, un raro ejercicio que quizá habría evitado la masacre de tantos inocentes. Así lo expresó una huérfana de guerra:
"Los hijos de los fusilados, los que hemos sufrido la guerra, estamos todos nerviosos, con sueños llenos de pesadillas, algunos intentan olvidar, pero dentro de ellos tienen este dolor, esta humillación que hoy todavía perdura, puesto que ningún gobierno de España les honra. Siempre la indiferencia. Deseamos ser reconocidos como mártires del franquismo. Tenemos hambre de honores” (p.123).

Los que sean creyentes podrán decir que, con trabajos como este, los muertos alcanzarán la paz; los que no lo somos afirmamos que, al menos, sus familiares habrán logrado restituir la dignidad de los suyos, que no es poco.
(Esta obra, como otras que pertenecen al mismo proyecto, están a disposición de todos de forma gratuita en www.todoslosnombres.com).

Raúl Rubio Millares

sábado, 19 de septiembre de 2009

El Castillo de Chipiona


Por Juan Luis Naval Molero.
Cronista Oficial de la Villa.
El Castillo de Chipiona está asentado sobre una roca del antiguo barranco existente en este lugar, que baten las olas del mar, junto a la muralla que cubre el antiguo acantilado de la zona que va desde la Cruz del mar hacia las Canteras.
Es de planta cuadrada, tiene dos plantas que se cubren con bóvedas de arista. Las ventanas son ojivales, y en la parte superior tiene una torre también cuadrada. Esta fortaleza ha sufrido muchas transformaciones hasta su adaptación en Hotel para veraneantes. Desde 1.989, fecha en la que se cerró el Hotel, se ha encontrado en estado de abandono y ruina, mientras que el Ayuntamiento y una empresa hotelera se disputaban la posesión de él. Actualmente es propiedad de nuestro Ayuntamiento desde el año 2.001. Ya restaurado, es sede del centro de interpretación de "Cádiz y el Nuevo Mundo"

Origen.
Su origen es dudoso, en su emplazamiento o cerca de él hubo un castillo que algunos hacen remontar a una época próxima a los romanos con más fantasía que argumentos sólidos.

Existe una bibliografía bastante amplia sobre nuestro castillo:

Por ejemplo, cuando Carmona Bohórquez, fraile agustino Chipionero, escribe su libro entre 1.635 a 1.640 nos dice que: <<..tiene el pueblo su castillo con algunas piezas de bronce y hierro colado, y en lo alto su torre y campana de vela donde todo el verano hay centinelas, y cuando es menester en el invierno salen sus rondas de a caballo a correr la costa y hay su guardia de soldados en la puerta de la mar y postas en varias partes de aquella marina, en habiendo nueva cierta de que los moros andan por aquel pasaje>>.
Los franciscanos Aracil y Roque Martínez decían en su libro escrito a primeros de siglo XX que <<...junto a él se veían fuertes paredones y algunos trozos de cimientos que no desmienten seguramente ni su antigüedad, ni el destino que se les atribuye.>>

En el libro de Chipiona de la Diputación de Cádiz se dice que al no tenerse referencias escritas de la Chipiona musulmana, no se puede afirmar si existió Chipiona como pueblo en estos siglos, pero que .

Sabemos todos que según el Diccionario de la Real Academia Española, un Castillo es un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones.
Jorge Alonso en su libro sobre Tartessos dice sobre el castillo: .

Pedro de Medina incluye entre las mercedes de Sancho IV a Alonso Pérez de Guzmán .
D. Alonso Pérez de Guzmán, que vivió en el reinado de Sancho IV, muerto en 1.295 y el de su hijo Fernando IV, poseyó en señorío entre otras las poblaciones de Trebujena, Rota, Sanlúcar y Chipiona, levantando en ellas castillos para su defensa.
A los pocos años de estar en posesión de ellas, casó su hija Isabel con el Conde de Arcos, don Hernán Pérez de León, descendiente de D. Juan Ponce de León, del mismo título y pasaron la villa de Chipiona, su castillo y la pequeña iglesia de Regla, entre otros bienes, a los Ponce de León.




Hay autores que atribuyen al Conde de Arcos la construcción de nuestro castillo, ya de nueva planta o bien sobre la ruina de otro existente, por cuanto se sabe que Alfonso X al reconquistar la provincia de Cádiz lo fortificó.

El castillo fue rehabilitado sobre los años 1.527 a tenor de lo que se nos cuenta en la Historia de Sanlúcar de Barrameda.
Chipiona contaba entonces para su defensa con el castillo y con el Santuario de Regla, verdadera iglesia-fortaleza.

Cuando Luis Bravo de Laguna visitó esta fortaleza con motivo de su conocido viaje para informar sobre la indefensión y proyecto de fortificación de las costas occidentales de Andalucía, desde Gibraltar a Ayamonte, lo encontró tan mal, que le mereció un juicio muy poco favorable y sin embargo tuvo buen parecer con respecto a sus bastimentos y guarnición de la que detalla todo lo visto.

De todo esto se deduce fácilmente la necesidad de un estudio arqueológico de lo que fue este castillo durante la Edad Media, sobre todo por las grandes transformaciones que ha sufrido con motivo de la última adaptación para fines completamente ajenos a la defensa y a la guerra.

En 1.640 las actas capitulares del Ayuntamiento de Chipiona nos hablan de un arreglo de una plataforma o terraplén en el Castillo y otra obra más realizada en 1.669.

No puede darse una descripción del primitivo castillo, sólo se tiene idea de su estado anterior por un cuadro al óleo de autor desconocido y realizado en 1715. Este cuadro se conservó hasta poco después de cerrarse el Hotel, ya que al quedar abandonado se deterioró hasta el punto de quedar destrozado por la lluvia y los maleantes que entraban en él.

Según esta referencia, no tuvo ventanales altos, únicos que podría haber tenido dado el carácter defensivo del edificio, ni tampoco las construcciones que tiene actualmente adosadas en todos sus lados. Su base es un cuadrado de 87 metros y 473 de superficie, quedando su capacidad reducida a 338 metros, descontando el grosor de sus muros. Su altura también es apreciable por sus antiguas almenas, que aún conserva.

Adosado al muro que enfrenta al mar tenía un pequeño fortín y en él estaba la entrada al castillo, situada en el lado del ángulo que forma éste con el muro y mirando al Norte. En el mismo y en línea vertical con el fortín está aún la torre, cuya campana de la vela tañía en señal de arrebato y de la cual quedan referencias muy curiosas en las actas del Cabildo de los años 1.652 y 1.684.

Un registro de propiedades rústicas y urbanas de 1.760, fecha en que aún se encontraba en buen estado de conservación nos dice que constaba de ocho pozas principales y cinco salas; que tuvo algunos techos de tejas y que la subida a los adares y torre se hacía por el interior de ésta.

Del mismo modo se sabe que el terreno inmediato al lado derecho era la plaza de armas y ejido, cuyo lado opuesto era la actual calle Huerta, antes Capitán Cortés.

Al otro lado se hallaba también la batería, en el sitio de emplazamiento de la casa, que está inmediata y por su lado izquierdo. Constaba de tres piezas y en casos necesarios se aumentaba en otras dos.
Esta casa se construyó en 1.878 por D. Juan de la Bastida propietario entonces del lugar de la batería, dejando entre el Castillo y ella una servidumbre pública que daba paso a la playa por la barranca.

En 1.902, D. José de la Bastida y Fernández cede al Ayuntamiento los terrenos que están entre el Castillo y la casa de D. Manuel Fernández Salamanca, para que en el plazo de un año se hiciera una bajadilla para carruajes.
En el lado derecho existía un callejón llamado del "Castillo" que se acordó cerrar en 1.912, a la misma vez que se hizo la muralla de contención hasta la Cruz del Mar.
Siempre hubo un gran interés tanto por parte del Duque de Arcos, como del Concejo de la Villa, en conservarlo en buen estado, dándole provisiones de pólvora, mantenimiento de las armas, pertrechos, municiones, etc., ya que su servicio era imprescindible en aquellos tiempos, en que las incursiones de moros eran frecuentes en los territorios del litoral gaditano.

Se conservan aún las actas que lo relatan en el Archivo de nuestro Ayuntamiento. Como esta de 21 de marzo de 1.669, donde dicen que es la fortaleza de esta villa y donde se pueden recoger sus vecinos en cualquier ocasión de invasión de enemigos, por ser puerto de mar y ser propicio a ello, por ser lugar abierto, por lo que se trató de reparar el Castillo para que estuviere habitable.
Parece ser que en esta situación se estuvo durante bastante tiempo pues en 1.772 se vuelve a pedir, esta vez al Gobernador de Sanlúcar, 6 soldados infantes y dos cabos, pues en el pueblo no existe guarnición.

Otros usos.
Con el transcurso del tiempo, se le fue dando distintos usos, se llegó a utilizar como sala capitular durante algunos periodos en que no se podían realizar las reuniones en las casas del Cabildo.
Las actas capitulares del siglo XVII, lo mencionan en varias ocasiones como la residencia del Sr. Cura Párroco. No sabemos si por no existir entonces la casa parroquial o por seguridad, ya que todavía eran frecuentes los ataques de los moros a estas costas.
Se utilizó también durante los primeros años del siglo XVIII, como cárcel o calabozo de la villa al parecer sólo local, pues en las actas capitulares lo mencionan como cárcel pública de la villa.
Su estado entonces debía de ser bastante malo ya que en 1.766 se trató de construir un farol o linterna sobre los cimientos del Castillo para guiar a los barcos en su entrada al río Guadalquivir.
El primer dato que tenemos sobre la utilización del Castillo para uso hotelero es un acta capitular de 1.887, en la que Dª Manuela Fernández Salamanca de la Bastida, pide se amillare una casa hotel "El Castillo" a su nombre, así como veinte áreas de terrenos donde estuvieron emplazadas las baterías.

En 1.893, el puesto de la Guardia Civil que estaba en Trebujena se trasladó a Chipiona instalándose interinamente en el Castillo, mientras se arreglaba (según las actas del Ayuntamiento) la casa de D. Baldomero Fernández Ceballos que era donde pasaría posteriormente.


En 1.922 se le hizo una reparación al Castillo debido a la estancia en él durante más de cinco años de SS. AA. RR. Don Carlos de Borbón y Dª Luisa de Orleans. Dicha reparación costó 1372,95 pesetas, según las cuentas del Ayuntamiento.

A partir de entonces volvería a utilizarse como Hotel hasta el año 1.989.
En 1.933, D. Antonio de la Bastida y Fernández pide al Ayuntamiento abrir una puerta en el como dicen: "Castillo Romano" en la fachada que da a la calle “Nicolás Salmerón”, actualmente Calle del Castillo.

Durante mucho tiempo, siglos, nuestro castillo fue vigía constante para la seguridad de los moradores de estas tierras hasta que más tarde se utilizó como Hotel. Desde el año 1.989 estuvo en desuso y pendiente de ser restaurado.

Hasta aquí la pequeña referencia que hago de nuestro castillo, del cual a pesar de mis esfuerzos por recuperar todos los datos posibles sobre él, me queda entre otros retos, el saber cual fue su nombre si es que lo tuvo, ya que todos los Castillos de las poblaciones cercanas a Chipiona lo tienen. Por ejemplo: El de Sanlúcar de Barrameda, se denomina El Castillo de Santiago; el de Rota, el Castillo de Luna; el de El Puerto de Santamaría, San Marcos, El de San Fernando, San Romualdo, etc. etc.

Juan Luís Naval Molero
Cronista de la Villa

domingo, 6 de septiembre de 2009

Uno tiene derecho a comenzar el invierno cuando le parezca


Por Johnny Maloso


Las grandes superficies nos recuerdan a lo largo del año, con gran eficiencia, cuándo comienza la primavera, el verano, el cole, las rebajas…incluso se adelantan a nuestros seres más queridos en felicitarnos por nuestro cumpleaños o santoral.
Cortados por la misma etiqueta que numerosos políticos, deciden por nosotros cuándo empiezan o acaban las cosas o lo que es bueno o malo para nosotros. No se dan cuenta que todavía hay gente que hacemos lo que nos sale de los cojones- perdonen por señalar tan directamente-, sin tener que rendir cuentas a nadie.

Por eso el pasado 6 de septiembre en el Imperio Hitita el Gran Subiluliuma y este Pobrecito Hablador, inauguramos oficialmente el invierno 2009/2010. Para ello, nada mejor que encender la chimenea, bien alimentada de leña, aunque en el exterior hiciera más de 35 grados.
Todo ello bien condimentado con una buena botella de Tío Pepe, ricas viandas, la calabaza del “Un, dos, tres” y buen humor transgresor. Nos acompañaban Pepe y Pepa Pulggoso, ésta última más conocida como Putilla de los Majales( no se asusten, que es una perra bodeguera que pare más que una coneja),quienes asistían asombrados y en silencio a nuestra locura.
Hacía un calor que te cagas pero daba alegría ver el fuego purificador de las malas vibraciones y ese humo blanco de la chimenea, que ya quisiera el humo ese que echan cada vez que eligen un Papa nuevo por nosotros.
Dimos soluciones a todos los problemas del mundo, opinamos de lo divino y de lo humano. Uno leía a Catulo, otro a Cien horas con Fidel y cuando nos invadió la soledad nos fuimos al Casillero a llorar con los amigos por la extinta Venta del Rirro.
Tras ello una buena siesta reparadora ,acompañada de las tradicionales moscas de septiembre, solamente interrumpida por las “bombas lapilli” de este Pobrecito Hablador que dejaban anonadado al volcán Vesubio.
Dejamos apagar el fuego lentamente,como por tradición se apaga la vida. La chimenea agradeció el merecido descanso. En las cenizas fueron nuestras ilusiones nonatas.
Ustedes pensarán que estamos locos, pero no señor. Es que cada vez que podemos hacemos lo que nos sale de los cojones sin rendir cuentas a nadie , y ustedes perdonen por señalar tan directamente de nuevo.