miércoles, 24 de abril de 2013

José Manuel Caballero Bonald, un hombre indómito



Compromiso y literatura.-
Por Juan Mellado
Con motivo de la celebración del Día Internacional del libro ,el pasado 23 de abril fui invitado por la Concejalía de Cultura y su Biblioteca Pública Municipal a disertar sobre el escritor José Manuel Caballero Bonald. Nuestro recién Premio Cervantes fue homenajeado con la conferencia titulada “Caballero Bonald, un hombre indómito” en la que hice referencia a su  compromiso social y su fidelidad a sus ideas de izquierda, pero también a su pasión por el vino, por el flamenco, por Doñana. Reivindiqué el reconocimiento de su vinculación con Chipiona, la presencia de Montijo, donde tiene casa, en su inspiración literaria o su Pregón del Moscatel y reclamé que se perpetúe su nombre en el callejero local.
Este es el texto de la conferencia:
 
En este país tan dado a homenajear a los hombres y mujeres de la cultura  ya muertos, aunque afortunadamente cada vez menos, es una grata noticia, un magnífico acontecimiento, que la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía haya querido hacerlo en la figura de un autor vivo y bien vivo, como es José Manuel Caballero Bonald, en la coincidencia del Día Internacional del Libro y en la misma fecha en la que el novelista, ensayista y poeta jerezano recibe el Premio Cervantes.
 Les prometo que en mi intervención no voy a cansarles con su interesante biografía o en la enumeración de obras y premios recibidos, datos que ya están en los manuales,  internet y, sobre todo, en la interesante página de la Fundación que lleva su nombre.
 
Tan sólo me voy a limitar a pronunciar unas reflexiones apresuradas sobre su forma de entender la vida a través de sus obras y de su quehacer personal y compromiso con la sociedad en  la que vive.
 El título de mi intervención, José Manuel Caballero Bonald, un hombre indómito, no es producto de la casualidad  ni tan siquiera como un efecto literario para llamar la atención. Caballero Bonald indómito, pero no en el sentido más primitivo del término sino desde su compromiso social como antes apuntaba. Es indómito tal como lo fuera Marcelino Camacho cuyas palabras acuñadas ya figuran en la historia del movimiento obrero," Ni nos domaron, ni nos doblaron ni nos van a domesticar".
 Así es Caballero Bonald, un hombre fiel a sus ideas de izquierda sin descafeinar, libre, crítico, visceral, mujeriego, bebedor de manzanilla, andaluz y universal.
 Es Caballero Bonald uno de los últimos representantes que queda vivo, quizás el único, de la triste Generación Literaria del 50. Una generación que en la mayoría de las veces enjugaba sus penas en vino y que algunos maledicentes apodaban de “alcohólica”. Caballero Bonald sigue bebiendo vino. Manzanilla y oloroso, elixires que le mantienen vivo y alivian su gota.
Por eso en su obra no faltan bastantes alusiones al vino al que frecuentemente homenajea. No faltan tampoco en su obra homenajes literarios al mundo de las meretrices, a su compromiso político, a la tierra que lo viera nacer junto a su Argónida trasunto de Doñana o a sacar jugo de sus ricas vivencias personales.
 
Es además Caballero Bonald un flamencólogo excelente cuyo botón de muestra fue el interesante disco de José Mercé, Bandera de Andalucía, en el que todos los temas son letras del poeta amigo y paisano.
 Es su mejor valor además, su mejor marchamo, su mestizaje. Jerezano, hijo de Plácido Caballero, cubano de madre criolla y padre santanderino, y de Julia Bonald, perteneciente a una rama de la familia del vizconde de Bonald, filósofo tradicionalista francés, radicada en Andalucía desde mediados del S.XIX . Este mestizaje lo va a consagrar como ciudadano del mundo reivindicando ese ser frente a la mal llamada pureza de la raza.
 
Sobre él se ha escrito y se escribirá mucho, un servidor se va a limitar a plasmar algunas consideraciones personales y literarias y su relación con esta zona de Doñana que nos rodea.
 Es José Manuel Caballero Bonald un hombre de principios. Un hombre que sabe lo que dice y dice lo que sabe cuando le da la gana. Como también escribe cuando le apetece. “Escribo cuando tengo ganas, no me pongo a las 9 de la mañana en una mesa como si me vigilara un jefe de negociado”.

El ser fiel a sus principios le costó  la cárcel durante el régimen franquista. Defensor del Estatuto de Autonomía para Andalucía en 1980. De espíritu viajero y combativo, esa misma fidelidad a sus ideas le ha cerrado puertas en más de una ocasión. Morirá diciendo las verdades del barquero e incluso al igual que Larra o Espronceda no le importaría batirse en duelo por una cuestión de honor o de ideas, a la vieja usanza.
Le han dado el Premio Nacional de las Letras y ahora el Cervantes  porque ya era escandaloso desde que le negaran su asiento en la Real Academia de la Lengua, tras el  presunto veto de Camilo José Cela por una cuestión personal y por su excelente biografía contestataria. Culminaría una brillante carrera con la obtención del Premio Nobel de Literatura. Que no se preocupe. Todo llega.
Uno de los valores que me atrae del escritor es su reivindicación de la Incertidumbre como refleja en su libro de poemas “La noche no tiene paredes”. En sus propias palabras: “El que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil”.
 
Este nuestro Premio Cervantes, Nacional de Literatura o Medalla de Oro e Hijo Predilecto de Andalucía, no ha sido suficientemente bien valorado en Chipiona. Intuyo que más bien por desconocimiento que por otra cosa y por eso es cuestión a partir de ahora de poner en valor.
 Que un personaje de estas características haya sido Pregonero del Festival del Moscatel 2001, haya elegido además la zona de Montijo como lugar de descanso o retiro espiritual y frecuente cuando puede nuestros bares, es todo un acontecimiento que Chipiona no puede dejar pasar y debería perpetuar su nombre en el callejero.
Precisamente en ese espléndido pregón dijo de nuestra zona de Montijo:
“Allí vivo, allí escribo, allí veo pasar la primavera y el verano, hasta allí me llegan los efluvios vinateros y marítimos de esta villa eminente y me alumbran los destellos de su faro ilustre. Dice un proverbio latino que la patria es lo que se ve desde la ventana de la casa donde uno vive feliz. De modo que esta es mi patria”.
 
No es ocioso recordar ahora una  interesante charla coloquio que en un lejano 8 de marzo de 1994 nuestros compañeros de Radio Chipiona, Cristóbal Ruiz y Rafa Guerrero mantuvieron en el Bar Paquito con el mismo José Manuel Caballero Bonald, Joaquín Márquez y el recordado Manuel Vidal. La llamada Santísima Trinidad del Vino del que son acérrimos defensores .

Cabe recordar que hace poco dijo,  “una de las cosas que echo de menos es la barra del bar como centro de la vida”.
También ha recordado recientemente que cuando salía con su amigo Ángel González, “podíamos estar una hora acodados en la barra de un bar sin hablar, el silencio es también una buena palabra”.
 
Bien, pues como le decía, en aquella ocasión nuestros compañeros le presentaban a Caballero Bonald un viejo libro de la Biblioteca Pública Municipal para su dedicatoria. “La vejez del libro sólo es comparable a la vez del autor, es la primera edición de Dos días de Septiembre, de 1962, y me emociona porque nunca piensa uno que se va a encontrar un libro ya tan desgastado con el paso del tiempo. La experiencia del lector coincide un poco con la del autor porque este tipo de reencuentros con un libro tan viejo me hace sentirme también viejo”.

Caballero Bonald era abordado por la influencia del rincón de Montijo, de Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, como territorio de inspiración literaria y línea argumental de su obra. “El territorio de la literatura es el de la infancia, de la adolescencia, de esa etapa de la vida donde uno comenzó a hacerse hombre y yo me hice en torno a esta costa y al Coto de Doñana, claro, si aparece mucho en mi literatura es porque yo viví aquí de niño muchas experiencias inolvidables que intento recuperar a través de la literatura, yo creo que el escritor siempre trabaja con la memoria. La memoria es el fundamento, la raíz esencial de todo lo que escribo, no podría escribir si tuviera amnesia. Yo lo que hago cuando escribo una novela es recordar cosas que he vivido por aquí, eso para mí es un acicate, porque toda mi obra está impregnada de esa infancia y primera juventud”.

Abundaba más el autor de Campo de Agramante sobre las bondades de nuestro paisaje cercano. “Este maravilloso paisaje, es sereno, apacible, sin ningún tipo de exceso decorativo, pero además es un paisaje cultural. Yo cuando miro la desembocadura del río desde Montijo o desde Sanlúcar pienso que es un paisaje cultural. Aquí ocurrieron muchísimas cosas a través de la historia. Esto cuando la carrera de Indias era un ajetreo constante de idas y venidas de América. Luego también está todo eso de Tartessos y el mundo árabe y ese paisaje me apasiona y me siento vinculado al paisaje cultural incluso más que al físico”.

Sobre el lector destinatario de los libros que escribe un escritor, Caballero Bonald afirmó que el autor no piensa nunca en los destinatarios. “A lo mejor a sólo una persona que uno quiere que lo lea para que lo quiera más. Nunca hay un público concreto al que uno se dirija. Yo siempre me dirijo al lector que bebe manzanilla, es una forma muy indicativa”.
 
Se extendió sobre las propiedades curativas de la manzanilla. “Yo cuando tengo gota  se me quita  tomando una dosis estimable de manzanilla. Cuando vuelvo a Madrid los ataques de gota son más frecuentes. Además la manzanilla es un vino muy noble, muy franco, no te engaña nunca, eso es lo importante porque uno puede beber por largo y al día siguiente estar con muchas ganas de beber manzanilla”.
 
No se olvidó tampoco del moscatel, del que luego sería brillante pregonero en el 2001, y afirmó que necesitaba un empuje publicitario mayor, “porque es superior a cualquier otro vino dulce que se fabrique en Andalucía”.

En torno a la afición por el vino de su generación literaria, la del 50, Caballero es claro. “Ocurrió que en la inmediata posguerra realmente no había otras posibilidades de empezar a vivir sino a través del vino, esa es la verdad, no había otra escapada. Entonces nosotros aportamos un talante nuevo en la forma de vivir y de beber. Éramos un grupo de amigos que al mismo tiempo empezaba a trabajar políticamente, pero que también empezaba a sentir vitalmente la necesidad de beber”.
Concluía Bonald :” Es Chipiona y su entorno un sitio donde hay tiempo para todo, para pasear, para trabajar e incluso para perderlo”.

Añadidos:
“Quien tiene prisa en escribir se convierte en un amanuense, en un escribiente”
“Una nueva manera de vivir y de beber”(La Generación del 50)
Ha dicho de él su amigo y poeta Luis García Montero que “es un infractor, un desobediente, crítico con los dogmas y practicante de una rebeldía cívica.
 
Sobre el momento actual: “Ahora la gente ya no cree en nada ni en nadie, hay mucho gregario y mucho sumiso, los corruptos se alían con los corruptos, las ideologías se fueron al carajo, los políticos andan  todo el día diciendo cosas que ellos mismo saben que es mentira. Ya solo sobreviven las manipulaciones del poder financiero”
 
“El que se ha salvado de tres naufragios se puede volver inmortal y no quiero tener el tercero”.
“La gran literatura está hecha por desobedientes”
 
“No hay mucha gente desobediente ahora, he sido siempre enemigo acérrimo de la sumisión, del gregarismo”
Su rebeldía cívica le lleva a criticar los dogmas y las verdades hechas.
 
“La escritura necesita un reposo, una elaboración lenta, como los vinos.
 
“La escritura es como una mezcla de angustia, de excitación y de placer”
 
 
“La edad es un serio castigo que uno debe ir superando”
 
“La Generación del 50 aportamos a la literatura española una nueva forma de vivir y de beber”
 
“La incertidumbre es un estímulo, un sentido que nos hace buscar la verdad”
 
“La lectura es un ejercicio absolutamente necesario para ver crecer las sensibilidades de la gente”