“Yo lo que hago cuando escribo una novela es recordar cosas que he vivido aquí”.
“Escribo cuando tengo ganas, no me pongo a las 9 de la mañana en una mesa como si me vigilara un jefe de negociado”.
Por Juan Mellado.
La reciente concesión del Premio Nacional de las Letras Españolas al escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald ha traído de nuevo a la actualidad su magnífica relación con esta tierra y en especial Sanlúcar de Barrameda y su particular retiro chipionero de Montijo. Con motivo de esta relación chipionera, acrecentada el pasado 2001 cuando pronunció su valorado Pregón del Moscatel, no es ocioso recordar ahora esa interesante charla coloquio que en un lejano 8 de marzo de 1994 nuestros compañeros de Radio Chipiona, Cristóbal Ruiz y Rafa Guerrero mantuvieron en el Bar Paquito con el mismo José Manuel Caballero Bonald, Joaquín Márquez y el recordado Manuel Vidal. La llamada Santísima Trinidad del Vino del que son acérrimos defensores auxiliados por ese ilustre tabernero que es Joaquín Cordero, maestro de pregoneros...
En aquella ocasión nuestros compañeros le presentaban a Caballero Bonald un viejo libro de la Biblioteca Pública Municipal para su dedicatoria. “La vejez del libro sólo es comparable a la vez del autor, es la primera edición de Dos días de Septiembre, de 1962, y me emociona porque nunca piensa uno que se va a encontrar un libro ya tan desgastado con el paso del tiempo. La experiencia del lector coincide un poco con la del autor porque este tipo de reencuentros con un libro tan viejo me hace sentirme también viejo”.
Caballero Bonald era abordado por la influencia del rincón de Montijo, de Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, como territorio de inspiración literaria y línea argumental de su obra. “El territorio de la literatura es el de la infancia, de la adolescencia, de esa etapa de la vida donde uno comenzó a hacerse hombre y yo me hice en torno a esta costa y al Coto de Doñana, claro, si aparece mucho en mi literatura es porque yo viví aquí de niño muchas experiencias inolvidables que intento recuperar a través de la literatura, yo creo que el escritor siempre trabaja con la memoria. La memoria es el fundamento, la raíz esencial de todo lo que escribo, no podría escribir si tuviera amnesia. Yo lo que hago cuando escribo una novela es recordar cosas que he vivido por aquí, eso para mí es un acicate, porque toda mi obra está impregnada de esa infancia y primera juventud”.
Abundaba más el autor de Campo de Agramante sobre las bondades de nuestro paisaje cercano. “Este maravilloso paisaje, es sereno, apacible, sin ningún tipo de exceso decorativo, pero además es un paisaje cultural. Yo cuando miro la desembocadura del río desde Montijo o desde Sanlúcar pienso que es un paisaje cultural. Aquí ocurrieron muchísimas cosas a través de la historia. Esto cuando la carrera de Indias era un ajetreo constante de idas y venidas de América. Luego también esta todo eso de Tartessos y el mundo árabe y ese paisaje me apasiona y me siento vinculado al paisaje cultural incluso más que al físico”.
Sobre el lector destinatario de los libros que escribe un escritor, Caballero Bonald afirmó que el autor no piensa nunca en los destinatarios. “A lo mejor a sólo una persona que uno quiere que lo lea para que lo quiera más. Nunca hay un público concreto al que uno se dirija. Yo siempre me dirijo al lector que bebe manzanilla, es una forma muy indicativa”. Se extendió sobre las propiedades curativas de la manzanilla. “Yo cuando tengo gota y se me quita cuando tomo una dosis estimable de manzanilla. Cuando vuelvo a Madrid los ataques de gota son más frecuentes. Además la manzanilla es un vino muy noble, muy franco, no te engaña nunca, eso es lo importante porque uno puede beber por largo y al día siguiente estar con muchas ganas de beber manzanilla”. No se olvidó tampoco del moscatel, del que luego sería brillante pregonero en el 2001, y afirmó que necesitaba un empuje publicitario mayor, “porque es superior a cualquier otro vino dulce que se fabrique en Andalucía”.
En torno a la afición por el vino de su generación literaria, la del 50, Caballero es claro. “Ocurrió que en la inmediata posguerra realmente no había otras posibilidades de empezar a vivir sino a través del vino, esa es la verdad, no había otra escapada. Entonces nosotros aportamos un talante nuevo en la forma de vivir y de beber. Éramos un grupo de amigos que al mismo tiempo empezaba a trabajar políticamente, pero que también empezaba a sentir vitalmente la necesidad de beber”.
Y para beber y tapear la barra del Bar Paquito. “Es un sitio imprevisto, en lo agradable y su gastronomía Joaquín Cordero me deja sorprendido con los huevos de choco del trasmayo cogidos por el Tabalón. Es Chipiona y su entorno un sitio donde hay tiempo para todo, para pasear, para trabajar e incluso para perderlo”.
UN HOMBRE DE PRINCIPIOS.-
“Escribo cuando tengo ganas, no me pongo a las 9 de la mañana en una mesa como si me vigilara un jefe de negociado”.
Por Juan Mellado.
La reciente concesión del Premio Nacional de las Letras Españolas al escritor jerezano José Manuel Caballero Bonald ha traído de nuevo a la actualidad su magnífica relación con esta tierra y en especial Sanlúcar de Barrameda y su particular retiro chipionero de Montijo. Con motivo de esta relación chipionera, acrecentada el pasado 2001 cuando pronunció su valorado Pregón del Moscatel, no es ocioso recordar ahora esa interesante charla coloquio que en un lejano 8 de marzo de 1994 nuestros compañeros de Radio Chipiona, Cristóbal Ruiz y Rafa Guerrero mantuvieron en el Bar Paquito con el mismo José Manuel Caballero Bonald, Joaquín Márquez y el recordado Manuel Vidal. La llamada Santísima Trinidad del Vino del que son acérrimos defensores auxiliados por ese ilustre tabernero que es Joaquín Cordero, maestro de pregoneros...
En aquella ocasión nuestros compañeros le presentaban a Caballero Bonald un viejo libro de la Biblioteca Pública Municipal para su dedicatoria. “La vejez del libro sólo es comparable a la vez del autor, es la primera edición de Dos días de Septiembre, de 1962, y me emociona porque nunca piensa uno que se va a encontrar un libro ya tan desgastado con el paso del tiempo. La experiencia del lector coincide un poco con la del autor porque este tipo de reencuentros con un libro tan viejo me hace sentirme también viejo”.
Caballero Bonald era abordado por la influencia del rincón de Montijo, de Chipiona y Sanlúcar de Barrameda, como territorio de inspiración literaria y línea argumental de su obra. “El territorio de la literatura es el de la infancia, de la adolescencia, de esa etapa de la vida donde uno comenzó a hacerse hombre y yo me hice en torno a esta costa y al Coto de Doñana, claro, si aparece mucho en mi literatura es porque yo viví aquí de niño muchas experiencias inolvidables que intento recuperar a través de la literatura, yo creo que el escritor siempre trabaja con la memoria. La memoria es el fundamento, la raíz esencial de todo lo que escribo, no podría escribir si tuviera amnesia. Yo lo que hago cuando escribo una novela es recordar cosas que he vivido por aquí, eso para mí es un acicate, porque toda mi obra está impregnada de esa infancia y primera juventud”.
Abundaba más el autor de Campo de Agramante sobre las bondades de nuestro paisaje cercano. “Este maravilloso paisaje, es sereno, apacible, sin ningún tipo de exceso decorativo, pero además es un paisaje cultural. Yo cuando miro la desembocadura del río desde Montijo o desde Sanlúcar pienso que es un paisaje cultural. Aquí ocurrieron muchísimas cosas a través de la historia. Esto cuando la carrera de Indias era un ajetreo constante de idas y venidas de América. Luego también esta todo eso de Tartessos y el mundo árabe y ese paisaje me apasiona y me siento vinculado al paisaje cultural incluso más que al físico”.
Sobre el lector destinatario de los libros que escribe un escritor, Caballero Bonald afirmó que el autor no piensa nunca en los destinatarios. “A lo mejor a sólo una persona que uno quiere que lo lea para que lo quiera más. Nunca hay un público concreto al que uno se dirija. Yo siempre me dirijo al lector que bebe manzanilla, es una forma muy indicativa”. Se extendió sobre las propiedades curativas de la manzanilla. “Yo cuando tengo gota y se me quita cuando tomo una dosis estimable de manzanilla. Cuando vuelvo a Madrid los ataques de gota son más frecuentes. Además la manzanilla es un vino muy noble, muy franco, no te engaña nunca, eso es lo importante porque uno puede beber por largo y al día siguiente estar con muchas ganas de beber manzanilla”. No se olvidó tampoco del moscatel, del que luego sería brillante pregonero en el 2001, y afirmó que necesitaba un empuje publicitario mayor, “porque es superior a cualquier otro vino dulce que se fabrique en Andalucía”.
En torno a la afición por el vino de su generación literaria, la del 50, Caballero es claro. “Ocurrió que en la inmediata posguerra realmente no había otras posibilidades de empezar a vivir sino a través del vino, esa es la verdad, no había otra escapada. Entonces nosotros aportamos un talante nuevo en la forma de vivir y de beber. Éramos un grupo de amigos que al mismo tiempo empezaba a trabajar políticamente, pero que también empezaba a sentir vitalmente la necesidad de beber”.
Y para beber y tapear la barra del Bar Paquito. “Es un sitio imprevisto, en lo agradable y su gastronomía Joaquín Cordero me deja sorprendido con los huevos de choco del trasmayo cogidos por el Tabalón. Es Chipiona y su entorno un sitio donde hay tiempo para todo, para pasear, para trabajar e incluso para perderlo”.
UN HOMBRE DE PRINCIPIOS.-
Es José Manuel Caballero Bonald un hombre de principios. Un hombre que sabe lo que dice y dice lo que sabe cuando le da la gana. Como también escribe cuando le apetece. “Escribo cuando tengo ganas, no me pongo a las 9 de la mañana en una mesa como si me vigilara un jefe de negociado”.
El ser fiel a sus principios le costó más de una vez la cárcel durante el régimen franquista. De espíritu viajero y combativo, esa misma fidelidad a sus ideas le ha cerrado puertas en más de una ocasión. A pesar de haber obtenido premios muy importantes, hasta ahora se le había ninguneado con el Cervantes o su fallido ingreso en la Real Academia de la Lengua. Importantes gurús ha habido en este país que no le han perdonado sus ideas progresistas y por qué no decirlo, su hombría... No le ha importado el criticar a la última novela de César Vidal por considerarla malsana y eso le honra .Morirá diciendo las verdades del barquero e incluso al igual que Larra o Espronceda no le importaría batirse en duelo por una cuestión de honor o de ideas, a la vieja usanza. Le han dado el Premio Nacional de las Letras porque ya era escandaloso que no le concedieran algún premio de esta enjundia.Culminaría una brillante carrera con la obtención del Premio Nobel de Literatura. Que no se preocupe. Todo llega. El Premio Nacional de las Letras está dotado con 30.000 euros de vellón. Seguramente se los gastará en vino. Salud.
El ser fiel a sus principios le costó más de una vez la cárcel durante el régimen franquista. De espíritu viajero y combativo, esa misma fidelidad a sus ideas le ha cerrado puertas en más de una ocasión. A pesar de haber obtenido premios muy importantes, hasta ahora se le había ninguneado con el Cervantes o su fallido ingreso en la Real Academia de la Lengua. Importantes gurús ha habido en este país que no le han perdonado sus ideas progresistas y por qué no decirlo, su hombría... No le ha importado el criticar a la última novela de César Vidal por considerarla malsana y eso le honra .Morirá diciendo las verdades del barquero e incluso al igual que Larra o Espronceda no le importaría batirse en duelo por una cuestión de honor o de ideas, a la vieja usanza. Le han dado el Premio Nacional de las Letras porque ya era escandaloso que no le concedieran algún premio de esta enjundia.Culminaría una brillante carrera con la obtención del Premio Nobel de Literatura. Que no se preocupe. Todo llega. El Premio Nacional de las Letras está dotado con 30.000 euros de vellón. Seguramente se los gastará en vino. Salud.
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