Los búnkeres, edificaciones defensivas militares llamadas en
la zona de Chipiona como fortines, son hoy testigo mudo e irrefutable de una
parte triste de la historia de España. Fueron construidos por prisioneros de
guerra a principios de la década del 40 del Siglo pasado y constituyen todo un
testimonio de sudor y lágrimas (en otros lugares también de sangre) que no
debieran pasar desapercibidos por las nuevas generaciones ni para las más
veteranas que miran hacia otro lado olvidando un pasado doloroso y cercano en
nuestra historia reciente.
En la actualidad resisten a los embates del mar o a la ruina
tres que se encuentran en la zona de Micaela, dos en tierra, y uno en plena playa
del mismo nombre tras la regresión que
sufren los terrenos costeros desde hace décadas por la fuerza del mar.
La construcción se realizó a principio de los 40 siguiendo
las directrices de la Alemania de Hitler, amiga directa de la España de Franco,
ante el temor de una posible invasión Aliada que finalmente ocurrió en
Normandía el 6 de junio de 1944.
Los constructores fueron todos jóvenes en edad militar que no
habían ido al Servicio Militar por haber caído durante el conflicto en zona
republicana o prisioneros de guerra tras la derrota de la República Española.
Constituidos en batallones de castigo, los presos construyeron estas
fortificaciones. En el caso de la costa de Chipiona muchos de ellos venidos de
regiones distantes y que una vez cumplida la pena se quedaron definitivamente en la localidad contrayendo
matrimonio con mujeres de la misma, la única circunstancia entrañable de esta
triste historia.
Curiosamente el batallón encargado de la construcción de los fortines en Chipiona
sirvió de base para la reorganización de las fuerzas de izquierdas en la
comarca y Cádiz y la reestructuración de las células del Partido Comunista en
la difícil década del 40.
Estos nidos de ametralladoras constan de dos partes; la primera
es una pequeña habitación enterrada, luego la parte de arriba tiene cuatro
agujeros para situar las ametralladoras. A ellos se accede a través de un pozo
a modo de escalera con peldaños de hierro. En la zona que discurre entre
Chipiona y Rota llegaron a existir hasta cerca de una veintena de estas
construcciones.
Hoy en días los fortines son testigos de desembarcos nada parecidos a los que nos tenían acostumbrados los Aliados en la Segunda Guerra Mundial.
PD. Este texto está realizado a partir de dos textos firmados
por Juan Mellado en Diario de Cádiz en julio de 1990 y enero de 1999 y pretende
que no quede en el olvido la verdadera historia de estas edificaciones
militares
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