El Centro andaluz de las Letras dedica
este año el Día de Libro a la autora suizo-española
En un año en el que el Centro Andaluz de las Letras dedica
los actos del Día de Libro a la escritora suizo-española Fernán Caballero (Cecilia
Böhl de Faber) (Morges, Suiza 1796/1877, Sevilla),
es interesante rescatar para conocimiento de todos los chipioneros y lectores
en general el texto que en 1856 titulado “Un naufragio” publicara en la revista
gaditana La Moda.
En dicho texto, en forma de artículo
periodístico, la autora de La Gaviota narra el naufragio y posterior rescate de
la goleta La joven Rosa en los primeros días de enero de 1856 frente a las
costas de Chipiona tras verse atrapada por una furiosa tempestad.
Son escasos los datos que hemos podido hallar
hasta ahora sobre este naufragio, ninguna referencia periodística, sólo que el
barco iba cargado de plomo destinado a la ciudad francesa de Rouan y por
suponer que partiría del puerto de Sevilla, aunque tampoco se descarta el de Huelva desde el que se registraba una importante exportación de minerales. EL temporal arrastraría a la nave
hasta los corrales hasta las costas de Chipiona provocando su hundimiento en el
que al parecer se salvó la tripulación, aunque no sabemos exactamente su número. La goleta podría haber sufrido un fuerte golpe de mar con rotura de timón.
El citado artículo fue enviado en primer lugar por Cecilia al
diario La España pero por causas desconocidas no fue publicado y finalmente lo
recogió la revista gaditana La Moda. Esta circunstancia incomodó a la escritora
como se refleja en carta personal enviada a su amigo el académico de la Historia Manuel Cañete.
Cecilia agradecía en su artículo la labor de ayuda humanitaria ofrecida a los náufragos
por los Duques de Montpensier
A continuación ofrecemos una reproducción
parcial del texto- que también fue publicado en una antología de sus obras
completas- del que hemos extraído los elementos con más referencia a Chipiona:
UN NAUFRAGIO
27 ENERO DE 1856 (Ocurrido el 5 de enero)
…….Así sucedió, que sólo cuando estuvo cercano, pudieron, los
moradores de Chipiona divisar un 'barco que, hecho juguete del viento y de las olas,
pedía auxilio con esa autoridad santa y respetada que da la desgracia" -Esa
goleta,-dijo el animoso e inteligente piloto Junquero,-o viene muy cargada, o
hace agua, porque no obedece a la maniobra. -Ni tampoco conoce la costa,-añadió
su hermano,-ni sabe la posición de las rocas de Salmedina y del Perro, a las que se ·viene acercando.
Las personas reunidas en la eminencia en -que más
distintamente se veía el mar, empezaron a hacer señas a la goleta para que se
alejase; pero sea que la bruma y la lluvia impidiesen a la tripulación
divisarlas, que no les fuese posible seguir el buen consejo que prefiriesen
perecer en la orilla, donde al menos hallarían lástima y sepultura, a morir en
la aterradora soledad del mar, ello es que el barco siguió avanzando hacia tierra,
desplegadas sus velas a la desesperada,.. alzando su bandera de auxilio como
una muda deprecación a la humanidad.
-¡No se les puede
dejar perecer!-exclamó uno de los presentes. - Y no se les puede
socorrer,-repuso un marinero entendido y cano, de experiencia y de años. ·
-Probémoslo,-.dijo el piloto Junquero,-que lo que hacerse
pueda lo haré yo. Ayudado por otros marineros animados- . - su heroico ejemplo,
se puso a preparar la lancha de salvamento.
Entre tanto el barco, abandonado á la buena ventura, había
prodigiosamente salvado los dos escollos, y se acercaba cada vez más hacia
nuevos peligros ocultos por las olas. Estos eran el destruido muelle que se
interna en el mar, y los Corrales, grandes y extrañas construcciones submarinas
que consisten en muros de piedra levantados para formar los receptáculos en:
que entra el pescado con la
creciente marea, y en los que al retirarse el agua queda preso y es fácilmente
cogido. La goleta advertida había echado un áncora ; pero sin arriar el
velamen, de manera que parecía una nave fantasma, una nave ciega que no veía su
senda, o una nave desesperada, que aun al tiempo de perecer desafiaba al
enemigo que la exterminaba. Consistía esto, como se supo después, en que la
tripulación de aquel barco había ocho días que no hacía sino dar a la bomba
para aminorar el agua que hacía la mal traída embarcación, y que crecía por
instantes, a pesar de los esfuerzos de aquélla, por lo cual era imposible
atender a ninguna otra maniobra. Tan cerca se hallaban de la orilla, que se
distinguía a aquellos infelices cruzar sus manos implorando salvación.
¡Dios del cielo! ¿Será
que necesita el hombre tales destrozadores espectáculos para despertar y
vigorizar en su alma el sublime sentimiento de la compasión?
Junquero y sus compañeros echaron con decidido y valiente
empuje la lancha de salvación al mar. Los náufragos recobraron la perdida
esperanza; los que presenciaban esta terrible y conmoviente escena enviaron sus
votos y bendiciones a santamente
temerarios marineros; todos los corazones latían con las dobles pulsaciones del
temor y de la esperanza. Pero en este instante, una ola, más furiosa y más
erguida que las demás, como indignada de que se le quisiese arrebatar su presa,
se arrojó sobre la lancha de auxilio y la volcó cual si hubiese sido una
cáscara de nuez. ¡Todo estaba perdido! ¡El auxilio era imposible! Entonces se
vio un espectáculo horrible. El barco, sujeto con su cable, azotado por el
viento y empujado por las olas, empezó a trabar con ellas una lucha
desesperada, tal cual se ha visto alguna vez entre una débil víctima y sus
potentes verdugos. Tan pronto vencida por sus enemigos y caída, quedaba
jadeante, tendida sobre el costado; tan pronto se volvía a levantar vacilante :
ahora sumergíala una montaña de mar que pasaba bramando sobre ella, y ahora
levantábase - chorreando agua, como si fuese sangre, por todas sus heridas, y
se encabritaba cual el caballo herido por el toro, llena de angustia y espanto,
mostrando a los horrorizados espectadores de la playa toda su quilla ; y el
viento arreciaba, y las olas se henchían más, y todo bramaba, y por colmo de
horror se acercaba la noche, que todos los horrores aumenta
Entonces observaron que ·los del barco lanzaban una frágil canoa
al mar. A ella bajaron cuatro hombres y tres niños, tres -grumetes, infelices
niños, presos en los barcos como alegres pájaros en una jaula, en la que a
veces cantan, gracias a la armonía que rebosa en sus pechos; pero que suelen
acabar por ser víctimas de los muchos enemigos que los cercan. ¡Pero, cosa
extraña, aquella ligera canoa no se apartaba del navío!... ¡No parecía sino que
fuese un hijo que se obstinaba en no abandonar á su padre en agonía
! Y así era, pues pudieron observar que los hombres que estaban
en la .canoa, que como un corcho era alzada por las olas a una formidable altura,
y tan pronto hundida en profundos abismos, imploraban a un hombre, que en pie
sobre la cubierta del barco se negaba á partir y les hacía señas de alejarse.
Pero la tripulación, quizás por vez primera, no obedecía a su capitán, no
queriendo consentir en que éste, por un falso pundonor .el marinero, o por
rapto de desesperación, pereciese voluntariamente -con su barco. Este
consagrado rasgo de lealtad de parte de estos hombres tenía lugar cuando
estaban entre la vida y la muerte, en uno de aquellos momentos en que, por lo
común, el poderoso instinto de la conservación acalla todo cálculo de interés,
todo humano respeto y hasta los sentimientos del corazón. No pudiendo lograr
vencer la obstinación de su capitán ni con reflexiones ni con súplicas, se les
vio abandonar la canoa ... esa su tabla de salvación; subir a la goleta;
agarrar entre todos á su capitán; bajarlo á pesar de su resistencia a la canoa,
y, cual si los mismos elementos hubiesen respetado ese heroico rasgo de
lealtad, el frágil esquife se acercó ileso a la orilla, donde, no bien estuvo
al alcance de los que estaban en la playa, cuando todos se arrojaron a sacar a
salvo a los náufragos. Pero apenas agarraban por los brazos a aquellos
desfallecidos infelices cuando los veían prorrumpir en gemidos de dolor, y al
indagar las causas, notaron que traían las palmas de las manos despellejadas y
sangrientas, y los brazos engarrotados e inertes. Provenía esto de haber estado
por espacio de ocho días y ocho noches dando sin cesar a la bomba, para
aminorar el agua que hacía la goleta, y que debía irremisiblemente, por poco
que se aumentase, hacerla zozobrar. 'Apenas estuvo el capitán en tierra, cuando
se echó á los pies' de aquellos que cuanto les había sido - posible habían
hech0 por socorrerle.
El capitán, fue llevado por un vecino del pueblo a su casa, los demás al mesón, y allí
se les administraron los auxilios oportunos. A la mañana siguiente la goleta no
existía. Este ha sido el naufragio de la Joven Rosa, que cargada de plomo hacía
rumbo a Rouan….
Agradecimiento:
-A
la bibliotecaria de Chipiona Toñi Menacho Cordero por su ayuda en esta
investigación.
Bibl
Fernán
Caballero, Algo más que una biografía, Santiago Montoto.1969. Gráficas Sur
Biblioteca
Digital Floridablanca