domingo, 29 de julio de 2012

Los gustos sexuales de la gente

Por Juan Mellado

Voy con un amigo por la calle y me dice: a esa le gusta que la orinen encima. Me quedo muy sorprendido porque la tal parece más una monja del Carmelo que otra cosa.

Sobre otra me entero que le gusta le peguen, donde sea pero que le peguen. Una más que le tapen todos los ojos menos uno, para no dejar lugar a dudas. También hay la que le gusta hacerlo en el ascensor, me imagino que por aquello del sube y baja. A otras hacérselo con el mejor amigo de su pareja porque eso da mucho morbo y fortalece el matrimonio.

Otra acuyá me enteran que le gusta hacerlo en el vestidor de las tiendas, con el dependiente o con cualquier incauto que entre inocentemente a probarse algo. Sobre una última que prefiere aquello embardunada de manteca colorá con chicharrones… y es que hay gente para todo.


Tanto es así que recientemente con motivo de la Romería del Pinar me encontraba incauto de mí en el porche de la casa de mi comadre y sucedió algo inaudito. Allí, cerca de Peritanda, creí escuchar lo que me parecía el rebuzno de un rucho por aquello de la cercanía de la naturaleza. Al continuar los sonidos agudicé el oído y ya me parecía una mujer enferma que se quejaba en la casa de al lado. Preocupándome tal tesitura por si la mujer necesitaba ayuda agudicé más el oído y llamé inmediatamente a mi comadre y su esposo que estaban en la cocina preparando unas viandas y ya no tuvimos duda. Ni era un rucho ni una mujer enferma, en todo caso era una “burra” a la que se la estaban metiendo sin anestesia. Coincidimos en que nunca escuchamos algo igual tanto en calidad como en potencia de sonido. Ahí estuvimos expectantes hasta la traca final que pareció como la de los cohetes de las fiestas patronales de Regla. Ante tal maravilla no tuvimos más remedio los tres que aplaudir aunque no les pudimos felicitar en persona.

Comentado el caso con otro amigo me afirmó que lo que habíamos oído era un “polvo pinareño de urgencia”, producto de los efluvios y calores de hacer el camino en la romería. El sistema utilizado es que ambos abandonan a sus respectivas parejas, que también van haciendo el camino, con cualquier disculpa banal y reaparecen un rato después hasta duchados . Nadie pregunta nada ni nadie se extraña de nada porque como todos van borrachos… Otro amigo me dice que esas personas no son de Chipiona, que aquí somos gentes  de orden y muy principal.

Independientemente de esta escena que presencié, bueno más bien escuché en directo, uno se pregunta, e intuye que ustedes también, ¿cómo puede ser de dominio público una cosa tan personal e íntimo y que debiera pertenecer al ámbito de la alcoba? ¿Son más cotillas los hombres que las mujeres?

Imagino que los hombres por ese espíritu conquistador alardean ante los amigos íntimos y al final lo saben el butanero, el cartero, el fontanero...

Los hombres, más lenguaraces, mientras que las mujeres son catedráticas en el arte de la omisión, el ocultismo, la comedia o drama, según convenga y un tanto taimadas.  Tal es así que un probo ciudadano puede sorprender en el inte a su mujer con un cachas y ella a pesar de la evidencia asegurar que el tal es un monje del Císter que practica aquella filosofía de San Agustín de “Ora et labora”.  Aunque para monje estaba el ruso Rasputín al que tienen sus atributos guardados en un frasco de formol para recreo de sus admiradoras/res.

Llegado a este punto también me pregunto ,¿tienen las mujeres entre ellas estas mismas conversaciones?Dirán, ése que va ahí es pichicorto o aquel se la tienen que amarrar como una canana de los pistoleros, o más bien ese es experto en gatillazos y de uno más allá que es voyeur, nada que ver con el Boyer ése..

Son dudas que me asaltan  como me imagino a cualquier mortal, sobre todo en este Gran Hermano al que pertenecemos en la sociedad de ayer, de hoy y de siempre.

Finalmente, creo que no he hablado de mis gustos sexuales pero para qué si seguramente lo saben ustedes mejor que yo.