"Canciones para despues de una Guerra es la película más chapuza que se haya hecho en el cine español"
Tras ver el film Carrero Blanco preguntó: ¿en qué cárcel está este señor?.
Martín Patino hubo de esconder la película bajo tierra.-
Martín Patino hubo de esconder la película bajo tierra.-
Por Juan Mellado.
Se llama Basilio Martín Patino. Mucha gente no le conoce aunque eso a él no le hace falta. A pesar de tener una extensa filmografía, parte de ella realizada en Andalucía, es conocido por la película Canciones para después de una guerra. Montada en 1971 fue presentada a la censura que la prohibió hasta 1976 tras el fallecimiento del general Franco, anterior Jefe del Estado. Ha estado hablando de ello y del documental histórico en España en los Cursos de Verano de El Escorial que cada año organiza la Universidad Complutense. Al igual que García Berlanga, es otra fuente de historias y anécdotas de nuestro país y del cine español y a sus 74 años promete seguir dando su visión de la vida y la de los personajes que la pueblan.
Es un personaje contradictorio, circunstancia que él mismo reconoce. “Las circunstancias históricas me han convertido en algo raro y contradictorio, estoy encasillado como documentalista aunque nunca he hecho documentales. Por otro lado, tengo una cierta obsesión por el compromiso y reformas de las cosas, lo que me obliga muchas veces a tomar partido”.
Martín Patino narra que comenzó el cine en Salamanca con el CINE CLUB del que fue fundador en 1953. Posteriormente marcha a Madrid a la Escuela de Cinematografía donde coincide con un grupo de gente que eran los hijos de los que habían hecho la guerra. Así Picazo, Summers, Borau, y Camus, entre otros, lo que luego se llamó Nuevo Cine Español. Martín Patino cuenta que la Escuela le parecía una tontería, aunque le daba oportunidad de jugar haciendo cine.
Es un personaje contradictorio, circunstancia que él mismo reconoce. “Las circunstancias históricas me han convertido en algo raro y contradictorio, estoy encasillado como documentalista aunque nunca he hecho documentales. Por otro lado, tengo una cierta obsesión por el compromiso y reformas de las cosas, lo que me obliga muchas veces a tomar partido”.
Martín Patino narra que comenzó el cine en Salamanca con el CINE CLUB del que fue fundador en 1953. Posteriormente marcha a Madrid a la Escuela de Cinematografía donde coincide con un grupo de gente que eran los hijos de los que habían hecho la guerra. Así Picazo, Summers, Borau, y Camus, entre otros, lo que luego se llamó Nuevo Cine Español. Martín Patino cuenta que la Escuela le parecía una tontería, aunque le daba oportunidad de jugar haciendo cine.
Nueve cartas a Berta, su primera película como director y los encontronazos con la censura.
García Escudero, un individuo listo y peligroso para la libertad de expresión.-
Su primera película como director fue Nueve Cartas a Berta(1965), una evocación brillante e imaginativa de la atmósfera universitaria. “Estaba hecha con cuatro perras y ningún distribuidor y exhibidor la quería. Uno de ellos accedió a verla en el Cine Princesa y a los cinco minutos se fue vociferando que aquello no era película ni nada”. Por otra parte la censura estaba muy dura. Se había liberalizado mediante el directos general de Cinematografía Pío García Escudero, un individuo que no obstante califica de listo y peligroso. “García Escudero era el primer intelectual que tenía una visión del mundo distinta, pero el que más defendía la censura, el más peligroso porque nos conocía y sabía de qué iba la cosa”. Para Martín Patino, los anteriores censores eran una especie de broma con los que se divertía engañándoles y jugar con ellos. “Eran censores de faldas, tetas y otras cosas. Resultaba muy fácil engañarlos porque eran tontos pero García Escudero era un militar muy leído”. De Nueve Cartas a Berta dijo que era una película de un intelectual de izquierdas y que no podía pasarla porque iba a ofender a los que habían hecho la guerra. Ante esta situación el director salmantino se las ingenió para que una junta de alféreces provisionales la viesen en un pase privado. “ Estaban todos lisiados, uno era medio ciego, otro manco, pero me recibieron muy bien. Les gustó la película y se emocionaron porque se veían reflejados. Me dieron una carta de recomendación y García Escudero ya no tuvo más remedio que aprobarla”.
Por otro lado, la industria seguía sin admitir la película. Otro distribuidor, García Ramos, accedió a recibirle y le dio unos días libres que tenía en Semana Santa antes de estrenar 8 y medio de Fellini. “La estrenamos(el plural se refiere a su productor) una día y ya había cola. Fue tal éxito que luego pasó a otro cine y a partir de ahí se habló del Nuevo Cine Español. Y a partir de entonces yo sabía que estaba fichado como rojo e intelectual de izquierdas y que hacía un cine peligroso”, sentencia.
García Escudero, un individuo listo y peligroso para la libertad de expresión.-
Su primera película como director fue Nueve Cartas a Berta(1965), una evocación brillante e imaginativa de la atmósfera universitaria. “Estaba hecha con cuatro perras y ningún distribuidor y exhibidor la quería. Uno de ellos accedió a verla en el Cine Princesa y a los cinco minutos se fue vociferando que aquello no era película ni nada”. Por otra parte la censura estaba muy dura. Se había liberalizado mediante el directos general de Cinematografía Pío García Escudero, un individuo que no obstante califica de listo y peligroso. “García Escudero era el primer intelectual que tenía una visión del mundo distinta, pero el que más defendía la censura, el más peligroso porque nos conocía y sabía de qué iba la cosa”. Para Martín Patino, los anteriores censores eran una especie de broma con los que se divertía engañándoles y jugar con ellos. “Eran censores de faldas, tetas y otras cosas. Resultaba muy fácil engañarlos porque eran tontos pero García Escudero era un militar muy leído”. De Nueve Cartas a Berta dijo que era una película de un intelectual de izquierdas y que no podía pasarla porque iba a ofender a los que habían hecho la guerra. Ante esta situación el director salmantino se las ingenió para que una junta de alféreces provisionales la viesen en un pase privado. “ Estaban todos lisiados, uno era medio ciego, otro manco, pero me recibieron muy bien. Les gustó la película y se emocionaron porque se veían reflejados. Me dieron una carta de recomendación y García Escudero ya no tuvo más remedio que aprobarla”.
Por otro lado, la industria seguía sin admitir la película. Otro distribuidor, García Ramos, accedió a recibirle y le dio unos días libres que tenía en Semana Santa antes de estrenar 8 y medio de Fellini. “La estrenamos(el plural se refiere a su productor) una día y ya había cola. Fue tal éxito que luego pasó a otro cine y a partir de ahí se habló del Nuevo Cine Español. Y a partir de entonces yo sabía que estaba fichado como rojo e intelectual de izquierdas y que hacía un cine peligroso”, sentencia.
Una obra maestra hecha a base de sacos de recortes de películas con Carrero Blanco y su señora como espectadores de excepción.
Mientras se toma un café en el hall del Euroforum Infantes, en El Escorial, Martín Patino expone que era un niño de derechas que venía de Salamanca y no conocía la Guerra Civil Española, “y al llegar a Madrid me encontré la barbaridad que había sido la guerra”. Le interesó el tema y lo hizo buscando recortes de películas que hacían alusión a la España de la época y combinarlos con la música. Confiesa que “yo era muy aficionado a meterme en todas la revistas verdes, picantes y sicalípticas que eran muy divertidas porque en mi casa no se escuchaban las canciones de las cupletistas”. En una excursión que hizo con Carmen Martín Gaite la escuchó cantar canciones de La Piquer y se dio cuenta que le transportaba en imágenes. Recuerda que la gente cantaba canciones que tenían también una protesta disimulada. Así temas como “Total para qué”, “El caimán”, “Raskayú” o “La vaca lechera”, que eran absurdas y surrealistas.
Patino explica la expresión de “Canciones para después de una guerra es la película más chapuza que se haya hecho en el cine español”. Lo dice en el sentido de romper las normas. “Rallábamos las películas que no lo estaban con un punzón, cogíamos el negativo y lo tirábamos al suelo. Todo lo contrario de las normas de conservación”. Justifica la utilización de la copla en la brutal escena del hambre. “ El Madrid del hambre, la gente hambrienta con una cara espantosa y la montamos con La bien pagá de Miguel de Molina, un personaje elegido adrede. Me dijeron que estaba loco pero emocionó y funcionó”. El cineasta argumenta que “la copla es discutible pero es una forma de expresarse. Puede ser bazofia o maravillas que se permitían hablar de cosas en aquel momento impensables. Dentro de ese mundo tan sutil había unos músicos y letristas que se atrevían a burlar la censura que ni Buñuel hubiera llegado tan lejos. Ahí está Lola Puñales, La bien pagá(una copla puta) Ojos verdes- que es el mismo título de una de sus películas dedicada a este género- y tantas otras que son historias muy duras”.
Martín Patino reconoce que no obstante la película está llena de contradicciones. Los censores se encontraban con la terrible disyuntiva de que veían algo que les emocionaba, que les gustaba, pero al mismo tiempo les daba la espina que algo no era ortodoxo e iba en contra de su ideología. Sabían que si la permitían habría unos señores arriba que se la cargaban.
“Fue el drama de los censores, eran unos pobres hombres. Me llamaban para que quitara cosas, hicieron la experiencia de mandarla a festivales y siempre habían alguien que la rechazaba. Iban a verla a escondidas ministros y se la pasaban unos a otros. Les gustaba y al mismo tiempo decían qué rojo es”. La historia se complicó porque había un militar de espionaje próximo al Jefe de Gobierno, el almirante Carrero Blanco, que alertó a éste que Martín Patino quería colar la película. “Fue a verla el propio Carrero con su señora y su corte. Nada más verla preguntó, en qué cárcel está este señor y la señora le apoyó y dijo contextualmente, quien es el hijo de p.. que ha hecho esta película, por qué no está en la cárcel.
Martín Patino al enterarse de lo sucedido fue corriendo a esconder la película bajo tierra. Buscaron la película en su casa y en el laboratorio pero no lograron encontrarla. “La película les dolía porque eran imágenes y canciones del franquismo montadas hábilmente con sentido del ritmo. Encadenábamos color con blanco y negro, compramos muchas fotografías, archivos enteros, a los fotógrafos de los pueblos...”
Hoy día Canciones para después de una guerra es una película de obligada visión para aquellos que quieran comprender un poco mejor la historia de España si es que ello es posible. Puede emocionar, rebelar, provocar, pero a buen seguro que no deja indiferente a nadie. Si usted todavía no la ha visto, ¿ a qué espera?.
Mientras se toma un café en el hall del Euroforum Infantes, en El Escorial, Martín Patino expone que era un niño de derechas que venía de Salamanca y no conocía la Guerra Civil Española, “y al llegar a Madrid me encontré la barbaridad que había sido la guerra”. Le interesó el tema y lo hizo buscando recortes de películas que hacían alusión a la España de la época y combinarlos con la música. Confiesa que “yo era muy aficionado a meterme en todas la revistas verdes, picantes y sicalípticas que eran muy divertidas porque en mi casa no se escuchaban las canciones de las cupletistas”. En una excursión que hizo con Carmen Martín Gaite la escuchó cantar canciones de La Piquer y se dio cuenta que le transportaba en imágenes. Recuerda que la gente cantaba canciones que tenían también una protesta disimulada. Así temas como “Total para qué”, “El caimán”, “Raskayú” o “La vaca lechera”, que eran absurdas y surrealistas.
Patino explica la expresión de “Canciones para después de una guerra es la película más chapuza que se haya hecho en el cine español”. Lo dice en el sentido de romper las normas. “Rallábamos las películas que no lo estaban con un punzón, cogíamos el negativo y lo tirábamos al suelo. Todo lo contrario de las normas de conservación”. Justifica la utilización de la copla en la brutal escena del hambre. “ El Madrid del hambre, la gente hambrienta con una cara espantosa y la montamos con La bien pagá de Miguel de Molina, un personaje elegido adrede. Me dijeron que estaba loco pero emocionó y funcionó”. El cineasta argumenta que “la copla es discutible pero es una forma de expresarse. Puede ser bazofia o maravillas que se permitían hablar de cosas en aquel momento impensables. Dentro de ese mundo tan sutil había unos músicos y letristas que se atrevían a burlar la censura que ni Buñuel hubiera llegado tan lejos. Ahí está Lola Puñales, La bien pagá(una copla puta) Ojos verdes- que es el mismo título de una de sus películas dedicada a este género- y tantas otras que son historias muy duras”.
Martín Patino reconoce que no obstante la película está llena de contradicciones. Los censores se encontraban con la terrible disyuntiva de que veían algo que les emocionaba, que les gustaba, pero al mismo tiempo les daba la espina que algo no era ortodoxo e iba en contra de su ideología. Sabían que si la permitían habría unos señores arriba que se la cargaban.
“Fue el drama de los censores, eran unos pobres hombres. Me llamaban para que quitara cosas, hicieron la experiencia de mandarla a festivales y siempre habían alguien que la rechazaba. Iban a verla a escondidas ministros y se la pasaban unos a otros. Les gustaba y al mismo tiempo decían qué rojo es”. La historia se complicó porque había un militar de espionaje próximo al Jefe de Gobierno, el almirante Carrero Blanco, que alertó a éste que Martín Patino quería colar la película. “Fue a verla el propio Carrero con su señora y su corte. Nada más verla preguntó, en qué cárcel está este señor y la señora le apoyó y dijo contextualmente, quien es el hijo de p.. que ha hecho esta película, por qué no está en la cárcel.
Martín Patino al enterarse de lo sucedido fue corriendo a esconder la película bajo tierra. Buscaron la película en su casa y en el laboratorio pero no lograron encontrarla. “La película les dolía porque eran imágenes y canciones del franquismo montadas hábilmente con sentido del ritmo. Encadenábamos color con blanco y negro, compramos muchas fotografías, archivos enteros, a los fotógrafos de los pueblos...”
Hoy día Canciones para después de una guerra es una película de obligada visión para aquellos que quieran comprender un poco mejor la historia de España si es que ello es posible. Puede emocionar, rebelar, provocar, pero a buen seguro que no deja indiferente a nadie. Si usted todavía no la ha visto, ¿ a qué espera?.
Dudo mucho que el Almirante Carrero Blanco o su Señora hayan empleado ese léxico tabernario......
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